Una oveja negra



Eramos dos.
Siempre fuimos los dos.
Y no dejo de pensarte.
Paso todos los días por tu casa. Pero no miro.
Ni camino por las casas de música de Talcahuano. Y Dios sabe que necesito el luthier al que me ibas a llevar.
Vuelvo a cantar. Debe ser la angustia que tengo anudada en la garganta. Yo sólo podía hablar con vos. De algunas cosas, con todos. De todo, sólo con vos.
Ahora escribo al revés. Te causaría mucha gracia. Invierto el orden de las letras y tengo que revisar todo lo que escribo.
También me olvido de las cosas. Todo el tiempo.
Pero decidí hacer todo lo que siento. Es ahora. Tenemos este minuto, quizás la certeza del siguiente y nada más.

Desde que elegiste irte, tantas cosas superficiales dejaron de importarme.
No hay más nada. Nunca más.
Y no lo puedo aceptar.
Los demás parecen haberse resignado. Yo no puedo.
Sólo sé que el mundo, sin vos, es mucho más mierda y que, hace 5 meses, me dejaste sola y con cara de póker, haciendo el papel de oveja negra estrella.
No me dijeron que te iba a extrañar como loca y que iba a estar triste para siempre.
Nadie me avisó que el resto de mi vida era sin vos.
Y así no vale, Pablo.
Como cuando éramos chicos te digo: "No juego más".

Me voy a intentar dormir, son las 5:33 (obvio) y me importa tres cuernos si alguien lee esto. Es sólo para vos.
Te quiero. Siempre.
No matter what...