Jueves 28, mediodía. Salgo del trabajo para dirigirme al médico. Tomo un taxi que se desvía 223 cuadras, debido - cuando no - a una manifestación en el Centro.
Tomamos Avenida 9 de Julio hacia el Bajo. Yo portaba un mal humor típicamente ariano (fiebre, dolor de garganta y el embotellamiento) mientras observaba como el camino alternativo que me proponía el chauffer (bah... el taxista) estaba tan congestionado como el que habíamos evitado.
Decido entonces relajarme y disfrutar del sol que calentaba la parte derecha de mi cuerpo, congelado del lado izquierdo porque el taxi driver había decidido mermar los síntomas de su evidente andropausia, con toda la ventanilla abierta.
El automóvil comienza a tomar velocidad (y yo frío) durante unas pocas cuadras pero, llegando a la intersección con Viamonte, frena violentamente.
Bajando de la nube en la que estaba, observo que todos los autos esquivan algo en la calle que yo no podía ver.
Pensé - con mentalidad de placa de Crónica TV - que habían atropellado a alguien y decido no mirar, cuando escucho que Mister Andropausia se ríe y exclama: "No puede seeeeerrrr... jajajaaaaa !!!!".
Y ahí estaban los dos: abrochaditos, enganchaditos, abotonaditos, dos perritos de raza incierta; muy concentrados en lo suyo y con todo el tráfico rodeándolos cuidadosamente.
Tan "apasionados" estaban que ni siquiera se corrieron de la mitad de la Avenida.
No pude reprimir una carcajada y deseé tener mi cámara para poder grabar el blooper.
Monsieur Le Taxiste me mira, me guiña el ojo y acota: "Y... la pasión es así!"
Yo asentí - incómoda - y temiendo el rumbo que podía tomar la conversación (asociado - claro está - a la obvia temperatura corporal del caballero), me calcé el Mp3, me aclaré la garganta y levanté una ceja, finalizando así toda posibilidad de comunicación.
Y me quedé pensando, preocupada el resto del viaje, en los alocados canes y en que ningún auto se los hubiera llevado por delante...
Perritos libertinos!!!, me dieron ternura...
Tomamos Avenida 9 de Julio hacia el Bajo. Yo portaba un mal humor típicamente ariano (fiebre, dolor de garganta y el embotellamiento) mientras observaba como el camino alternativo que me proponía el chauffer (bah... el taxista) estaba tan congestionado como el que habíamos evitado.
Decido entonces relajarme y disfrutar del sol que calentaba la parte derecha de mi cuerpo, congelado del lado izquierdo porque el taxi driver había decidido mermar los síntomas de su evidente andropausia, con toda la ventanilla abierta.
El automóvil comienza a tomar velocidad (y yo frío) durante unas pocas cuadras pero, llegando a la intersección con Viamonte, frena violentamente.
Bajando de la nube en la que estaba, observo que todos los autos esquivan algo en la calle que yo no podía ver.
Pensé - con mentalidad de placa de Crónica TV - que habían atropellado a alguien y decido no mirar, cuando escucho que Mister Andropausia se ríe y exclama: "No puede seeeeerrrr... jajajaaaaa !!!!".
Y ahí estaban los dos: abrochaditos, enganchaditos, abotonaditos, dos perritos de raza incierta; muy concentrados en lo suyo y con todo el tráfico rodeándolos cuidadosamente.
Tan "apasionados" estaban que ni siquiera se corrieron de la mitad de la Avenida.
No pude reprimir una carcajada y deseé tener mi cámara para poder grabar el blooper.
Monsieur Le Taxiste me mira, me guiña el ojo y acota: "Y... la pasión es así!"
Yo asentí - incómoda - y temiendo el rumbo que podía tomar la conversación (asociado - claro está - a la obvia temperatura corporal del caballero), me calcé el Mp3, me aclaré la garganta y levanté una ceja, finalizando así toda posibilidad de comunicación.
Y me quedé pensando, preocupada el resto del viaje, en los alocados canes y en que ningún auto se los hubiera llevado por delante...
Perritos libertinos!!!, me dieron ternura...


