El único asiento que estaba vacío, era doble (shit!)
Caminé poco convencida y me senté dispuesta a disfrutar de la hermosa tarde de invierno, mirando sin ver por la ventanilla y con Massive Attack sonando en el mp3.
Debo confesar que ya estaba arrepentida de haber subido a un colectivo pero, dispuesta a cuidar mis finanzas y combatir mi adicción a los taxis, férreamente tomé la decisión de no sucumbir.
De pronto, una enorme presión me desconecta violentamente de la placidez en la cual me encontraba: mi flamante compañera de asiento me aplastaba cual cucaracha contra la ventanilla. Yo, que mido 1,74 mts., me sentía chiquita e indefensa mientras esta señorita revolvía su cartera y con su enorme codo, martillaba mi flanco izquierdo sin descanso.
Comencé a mirarla con odio y sin disimulo, pero ella continuaba con la ardua tarea. Pensé en bajarme pero no podía moverme y el infame transporte estaba repleto. Sólo podía resoplar en señal de disconformidad, pero lo único que lograba era que intentara acomodarse (hacia mi lado) haciéndome sentir un friso contra la carrocería.
Finalmente, encontró lo que buscaba y, mientras yo aprovechaba para respirar, escucho:
"psssss, psssssssss, psssssssss !!" y comienzo a percibir el asqueroso aroma del Amarige de Givenchy, perfume que me hace descomponer y que ella vaporizó generosamente sobre su, también generoso, cuerpo.
Terminada la tarea (y como si hacer de mi viaje una pesadilla, fuese su único objetivo) se levantó y se bajó, dejándome envuelta en la hedionda nube y con un incipiente dolor de cabeza (que me duró toda la tarde).
Liberada ya de mi horrorosa prisión, huí del endemoniado vehículo y tomé un taxi, maldiciendo mi voluntad y convencida de haber sido filmada por una cámara oculta.
Sí, seguí oliendo el perfume durante dos horas.
Sí, tuve náuseas.
Y sí, si ven esto en la TV... la mujer verde contra la ventanilla, definitivamente soy yo.


